Ansiedad, Stress y Sistema Inmune
Desde el nacimiento hasta la muerte de cualquier ser humano nos vemos sometidos de forma continua a una serie de factores y circunstancias personales, sociales, laborales y de diversa índole que nos generan estrés como respuesta para encontrar una solución a las diferentes pruebas que se nos presentan a diario.
Por tanto, podríamos definir el estrés como una respuesta primitiva o instintiva del organismo ante cualquier estímulo (estresor) que se le presente y por otro lado, como una respuesta fisiológica del cuerpo en el que entran en juego diversos mecanismos de defensa para afrontar una situación percibida como amenazante.
El estrés, por sí mismo, no es ni bueno, ni malo. Es una respuesta del organismo que nos permite reaccionar ante una situación de emergencia con todo nuestro potencial físico y mental, superar el posible peligro y lograr una adaptación mejor frente a las circunstancias que nos rodean. Con esta definición queda claro que este proceso se diseñó para superar situaciones agudas que requerían una actuación urgente e inmediata que afectaba a la supervivencia de la especie.
En la sociedad actual los estresores han cambiado drásticamente y están presentes de muy diferentes formas en nuestra vida diaria en el ámbito laboral, familiar o social.
El mamut que nos atacaba, se ha convertido en un jefe que nos maltrata. La búsqueda incesante de la comida diaria se ha trasformado en un hogar tóxico del que no sabemos escapar. Las luchas tribales por la hegemonía del más fuerte pasan a ser una lucha estéril por liderar, aparentar o poseer más cosas materiales.
Pero la gran diferencia entre los estresores de hoy y los de nuestros ancestros, es que los de hoy no desaparecen y mantienen la misma respuesta de forma crónica.
Cuando la respuesta al estrés percibido se convierte en un proceso crónico, se observa una excesiva utilización o manejo ineficiente de todas las hormonas implicadas en el mismo como los corticoides y la adrenalina, por ejemplo. Este estado crónico produce un impacto negativo en el sistema nervioso activando cambios bioquímicos y un desbalance hormonal que repercute en los sistemas endocrino e inmune. La correlación directa del estrés crónico con numerosas enfermedades, ya sea como causa o como elemento que empeora su evolución y pronóstico, está demostrada en numerosos estudios.
Estos estudios nos muestran que el estrés tiene un mecanismo incorporado para recuperarse del mismo. Y la respuesta se la debemos a una hormona conocida por todas las mujeres que han parido alguna vez. La “Oxitocina” es la “otra” hormona del estrés. La glándula pituitaria también la libera como parte de la respuesta fisiológica.
Los efectos de la oxitocinanos empujan a pedirle ayuda a alguien en lugar de aislarnos. La respuesta se asegura que busquemos a alguien para apoyarnos mutuamente. La oxitocina representa la respuesta social al estrés. La conexión entre los humanos como tribu y con el objetivo de ayudar a los demás, crea resiliencia y nos hace resistentes a los efectos nocivos del estrés.
La medicina integrativa con su enfoque holístico te puede ayudar a conseguir un manejo adecuado del estrés con el uso de técnicas mente-cuerpo como la meditación, tai-chi o pilates. Y el uso de adaptógenos como la rhodiola que mejora la tolerancia al estrés, el ginseng y el Ashwagandha que te ayudan a lidiar con las situaciones estresantes. Y por supuesto el Magnesio como un electrolito capaz de reducir la hiperexcitabilidad del sistema nervioso y actuar como un ansiolítico natural. Y para terminar la suplementación con melatonina que antagoniza directamente al cortisol.
Y por último, no olvidar lo más importante que es: Nuestra actitud, porque…..
“La actitud hacia el estrés marca la diferencia en la esperanza de vida de una persona”
Autor: Redacción Salud Integrativa
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