El dolor (3ª Parte), enfoque desde la consulta de Psicología Integrativa
Elena Guerrero, psicóloga integrativa nos adentra y describe el mundo del dolor en sus dos vertientes; el dolor físico y el emocional, su larga trayectoria y experiencia profesional es sinónimo de calidad de vida para sus pacientes y de gran interés y ayuda para todos nosotros en esta entrevista.
¿Elena qué nos puedes decir en relación al dolor?
El dolor ha sido definido por la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP) como “Una experiencia sensorial o emocional desagradable, asociada con un daño real o potencial de los tejidos”. Actualmente es uno de los motivos más frecuentes en atención primaria, ya que esta sensación tan molesta que a todos/as nos ha invadido en algún momento de nuestra vida, está interfiriendo seriamente en la vida descanso de muchas personas.
¿Dices que la gente consulta al médico, pero, deberíamos consultar también al psicólogo/a?
Si, cada vez hay más gente que viene a la consulta buscando combatir, afrontar y resolver esta problemática, no sólo con tratamiento farmacológico. En este sentido me gustaría resal aspectos claves que todo el mundo debería conocer en relación al dolor:
En primer lugar, desmontar la creencia generalizada de que hay un dolor físico y un dolor psicológico como dos entidades separadas. Todo el dolor se manifiesta en ambos nivel posible dividirlo.
En segundo lugar, convendría diferenciar entre el dolor agudo, generalmente relacionado con una lesión física y que suele remitir tras la desaparición de la lesión, y el dolor crónico, en el que el dolor y las consecuencias del dolor acaban convirtiendo en un problema en sí mismo. Es importante darnos cuenta que hasta ahora la manera de entender el cuerpo ha sido de una forma fraccionada, siguiendo la filosofía Cartesiana, donde cuerpo y mente se entendían como dos partes diferentes. La ciencia se encargaba del estudio del cuerpo y la religión del alma.
Se concebía al cuerpo como una máquina totalmente separada de la mente y las emociones. Evidentemente no es así. Partimos de que existe una unidad psicosomática emociones y viceversa. Lo podemos ver en la depresión. Esta dolencia tiende a aumentar la aparición de dolores de cabeza, dolores musculares, trastornos digestivos e incluso empeora la condición de los pacientes con dolor crónico. Asimismo, la investigación neurobiológica muestra que gran parte del dolor físico está relacionado con el estrés emocional. Esta correlación entre el dolor emocional y el dolor físico, lo llamamos “ so matizacion» nos demuestra la unión entre la mente y el cuerpo.
Entonces, ¿en la atención primaria, los factores psicológicos y emocionales deberían ser considerados en el diagnóstico?
Entonces, ¿en la atención primaria, los factores psicológicos y emocionales deberían ser considerados en el diagnóstico? Por supuesto, porqué quizás, por ejemplo, el dolor de estómago no sea causado por una úlcera sino por un trastorno de ansiedad. La tristeza, la ira, la envidia, son las emociones que más impacto tienen en el cuerpo. Muchos son los autores que, desde hace más de un siglo, nos hablan de esta relación entre cuerpo y mente.
Alice Miller, por ejemplo, en «El cuerpo nunca miente», hace un repaso por la biografía de personajes conocidos, analizando los daños que recibieron en sus infancias y cómo sus cuerpos lo reflejaron años después con distintas enfermedades. No hemos sido educados para relacionarnos con nuestras emociones, resolverlas y encauzarlas, por lo que las callamos y las escondemos en lo más profundo de nuestro yo. Sin embargo, por más que camuflemos y acallemos nuestras emociones, para que estas sanen, necesitan ser expresadas. Si no lo hacemos por la vía adecuada, a través de la palabra y la expresión corporal, estas buscarán y encontrarán otra manera de expresión, a través del cuerpo.
¿Entrarían aquí los malestares a los que no se les puede encontrar una causa tras un examen médico?
Si, es lo que conocemos como psico-somatización del dolor, el cual tiene su origen en un estado emocional, reflejado en síntomas físicos o en enfermedad. Estas somatizaciones, nos indican que algo en nuestra vida emocional no está bien. Hay conflictos que tardan años en solucionarse o no se solucionan nunca. Y son devastadores. ¿Cuántos hermanos llevan años sin hablarse por no resolver los celos o las envidias. Cuantas veces rompemos amistades o parejas por nuestra intolerancia, prepotencia, o malas interpretaciones, y seguimos odiando por años y años, sin darnos cuenta de los efectos que esto tiene en nuestra salud?
¿Cómo la expresa la persona su dolor emocional?
Algunos comentarios habituales en los conflictos son: “la vida me pesa”, “me siento morir”, “siento dolor, pero, no me duele nada en el cuerpo, y no me encuentro bien”. Esto es dolor emocional. Es algo que siento pero es invisible. Ante este dolor invisible creamos maniobras o estrategias para solucionarlo. Muchas veces tenemos éxito, lo hemos solucionado. Pero en otras ocasiones mantenemos en silencio el dolor creyendo que pasará, que el tiempo lo
solucionará, quizás por ignorancia, por miedo, por sensación de inferioridad, por vergüenza, porque hablar de emociones es de blandos o de no estar bien de la cabeza, o simplemente porque no se ponerle palabras. Lo no resuelto sigue vivo en nuestro cuerpo, el cuerpo sigue manteniendo el recuerdo de esa herida emocional, la cual más tarde dará la cara convirtiéndose en una herida física, que nos llevará a la búsqueda de solución. El problema se agrava cuando en dicha búsqueda nos encontramos con frases como “esto no es curable”, “es crónico”, “hagas lo que hagas no lo cambiaras”, “no encontraras la solución”, “¿cuándo tiraras la toalla?”. Estos comentarios producen desesperación, desamparado, impotencia, son metaemociónes que inhiben el movimiento, dejando al paciente sin recursos, cuando nuestra finalidad es dar y buscar recursos.
Qué efectos tienen estos comentarios derrotistas en las personas?
La soledad, la incomprensión, la desesperación se convierten en los peores enemigos. Y, como el cerebro no distingue entre una amenaza física o emocional, La soledad, la desesperación, la impotencia, y como consecuencia de ellas la rabia, la angustia, el insomnio, son amenazas que ponen a los sistemas en estado de alerta. El sistema nervioso, el sistema límbico, el sistema inmune comienzan a trabajar para resolver la amenaza y ponen en activo las citoquinas proinflamatorias. Si la amenaza no se resuelve entramos en una rueda donde los sistemas no paran de trabajar buscando la solución. Por lo tanto llegamos al agotamiento y a una inflamación de bajo grado. Por este motivo una intervención fundamental es la escucha, la comprensión del relato de la persona afectada y poner los recursos necesarios regulando los sistemas para llegar a una solución. Todo es imposible hasta que es posible.
¿Qué diferencia hay entre el dolor agudo y el crónico?
Cuando el dolor es agudo, es temporal y seguramente podemos soportarlo mejor, porque sabemos que tiene un final. Pero si es intenso y/o duradero, es decir, crónico, nos inunda de tal manera que nos sentimos secuestrados por él y nuestra mente solo se enfoca en cómo solucionarlo. Y aquí será importante la capacidad de resilencia y de contención que tenga cada persona. En el dolor crónico la intervención es necesariamente médica y psicológica. Pero es
también un potenciador de trastornos como, estrés persistente, ansiedad, depresión, la adicción a drogas, déficit de memoria, incluso suicidio. Las creencias pueden tener un fuerte impacto sobre las respuestas afectivas y comportamentales ante la experiencia de dolor. Algunas creencias sobre el dolor: el dolor es una señal de enfermedad grave la actividad debe ser evitada cuando se sufre dolor el dolor conduce a la incapacidad el dolor no se puede controlar el dolor es una condición permanente
¿De qué emociones va acompañado el dolor crónico?
La ansiedad y la depresión son las emociones que comúnmente se estudian o abordan cuando se trata a pacientes crónicos; sin embargo, la ira también ha sido reconocida como una importante emoción en este campo. Algunos autores han sugerido que incluso la inhibición del afecto negativo puede estar implicada en la etiología del dolor crónico. Entre 45 y 60% de los pacientes crónicos reciben diagnósticos de ansiedad y depresión como padecimientos
asociados. La emoción es un factor modulador que amplifica o inhibe la severidad de la experiencia, La ansiedad influye no solo en el aumento del dolor sino también en las complicaciones que surgen después de una cirugía y aumentan el tiempo de hospitalización. Los niveles de depresión se encuentran íntimamente ligados al dolor crónico, los pacientes que se sienten desesperanzados pueden mostrar poca iniciativa y motivación para llevar a buen término su tratamiento y probablemente su hastió y desconfianza al éxito del tratamiento provocara su abandono.
Qué características tiene dolor físico y emocional?
Como he dicho anteriormente el dolor emocional no es visible, nadie lo ve, solo lo siente la persona que lo padece. Muchas personas me comentan en consulta, “Hubiera preferido romperme una pierna, porque sería más fácil que me comprendieran y poder gritar de dolor, de esta manera nadie me entiende, y me dicen, “pues yo te veo muy
bien”. Aunque la procesión vaya por dentro. Habitualmente el dolor no aparece de manera repentina, sino que los síntomas van apareciendo de manera gradual. Ante un impacto emocional, por ejemplo un robo donde se ha invadido tu privacidad y se han llevado parte de tu historia, la reacción emocional es inmediata, sentimos la rabia, la tristeza, la impotencia. Al tiempo todos nuestros sistemas se alteran. Pero, la somatización o el dolor físico necesita
más tiempo para manifestarse, por lo tanto es frecuente que no relacionamos el hecho con el dolor físico. Los síntomas físicos más frecuentes pueden ser: dolores de cabeza, migrañas, dolor en todo el cuerpo, fibromialgia, problemas digestivos, alteraciones del sueño, insomnio, asma, brotes de angustia, dolores de espalda, de cuello, dolores del trigémino, etc.
¿Qué papel juega el carácter a la hora de gestionar el dolor?
El carácter se forma según las vivencias y experiencias que tenemos en la vida. Por lo tanto cada carácter, ante la misma situación reaccionamos de manera diferente, • Las personas con rasgos histéricos, tienen un
carácter extrovertido y dramático y tienden a mostrar cierta inmadurez emocional, por lo tanto magnifican los síntomas y exageran sus gestos y conductas. “cuantas conversaciones se basan en enfermedades”. Hasta llegar a erotizar el sufrimiento.
Personas con rasgos hipocondríacos tienden a una atención excesiva por el funcionamiento del propio cuerpo. Perciben alertas ante la más mínima señal disfuncional. Son las típicas personas que buscan en internet y confirman sus síntomas.
Personas con rasgos obsesivos, se centran en los síntomas, rumiando, con preocupaciones obsesivas. Convirtiéndose el dolor en el centro de su vida y de sus conversaciones. Se encierran en sus pensamientos. Y es frecuente crear rituales para disminuir la ansiedad por el dolor.
¿Qué se puede hacer para ayudar al paciente en su proceso de dolor desde una consulta de psicología integrativa?
Primero es interesante conocer las etapas o las fases por las que el paciente tiene que pasar.
Inicialmente una fase con síntomas de ansiedad, caracterizada por la búsqueda de soluciones constantes.
Posteriormente se produce una fase con síntomas depresivos, cuando se hace evidente la imposibilidad de solucionar el problema.
Y por último, una fase de aceptación, en la que estos síntomas disminuyen y el paciente encuentra la mejor forma de vivir. Hay que ponerse en el lugar del paciente que sufre dolor diariamente. Es fácil imaginar lo cansado/a que se encuentran en esta situación, el miedo que provoca, la angustia por el deseo de que pase ya, o la rabia por no conseguirlo. El primer movimiento sería: Intentar que el paciente ponga su pensamiento en otro objetivo que no sea dar vueltas al dolor y que este no se convierta en el centro de su vida. Es importante crear nuevas ilusiones, pero difícil, porque el paciente no se lo cree. El segundo movimiento sería: Disminuir la tensión física que produce el dolor, o la ansiedad. Con trabajos psico-corporales que producen endorfinas y encefálicas que regulan el dolor. Activar el cuerpo, ponerlo en movimiento El tercer movimiento: Descargar, disolver y regular la tensión emocional, expresando y re-colocando las emociones que provocan dolor. Cerrando de esta manera la herida psicoemocional. Cómo podemos ver el dolor es una “experiencia compleja ”que incluye aspectos físicos, emocionales y sociales, por lo tanto, debe ser tratado de una manera integral.
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Recuerda consultar SIEMPRE a tu médico integrativo.